¿Estuvimos en Shangri-La?

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Todo el mundo tiene su propia idea de Shangri-la, un lugar utópico y místico en algún valle perdido del Himalaya, rodeado de imponentes picos y aislado del mundo exterior, donde reina la paz y la armonía y las personas viven cientos de años. Tales sueños mantienen despierta nuestra imaginación.

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Complejo monástico de Songzanlin

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En 1933 se publicaba la novela de James Hilton “Horizontes perdidos”, en donde se describe el Shangri-La, a raíz de su publicación y a lo largo de medio siglo aventureros románticos se lanzaron a la búsqueda de este paraíso, recorrieron India, Nepal y Tíbet, sin que su exploración obtuviera ningún fruto.

Las influencias de Hilton para escribir "Horizontes perdidos" fueron variadas. Entre otras pudo verse inspirado por los artículos que el explorador Joseph Rock escribió para la revista National Geographic o en los relatos de los primeros viajeros que recorrieron el Tíbet.

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Pero a principios de la decada de los 2000 el gobierno chino declaró que, tras años de estudios (de dudoso rigor), el Shangri-la descrito por el novelista británico se encontraba en la provincia de Yunnan, en la prefectura tibetana autónoma de Diqing. De este modo acababan con el mito y comenzaba un desmesurado auge del desarrollo turístico.

Una estupa (Chörten en tibetano) en el templo de Feilai Si, frente a las Montañas Meili. Al fondo de la imagen se intuye entre las nubes la silueta del pico Kawa Karpo, que con sus 6740 metros es la cima más alta de la cordillera.

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Existen varias estancias que visitar en el complejo de Songzanlin, las coloridas fachadas de tonos pastel con enormes puertas de acceso decoradas con motivos budistas contrastan con los oscuros y húmedos interiores dedicados a la oración y al estudio. La tradición, reflejada en ancianos monjes haciendo girar los molinos de oración convive con la apariencia de los novicios que, bajo la túnica roja, esconden zapatillas deportivas de marca mientras mandan mensajes por el móvil.

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A diez kilómetros del centro histórico de Zhongdian se levanta el complejo monástico de Songzanlin, mandado construir por el V Dalai Lama en 1674, a imitación del gran palacio de Potala de Lhasa. En este complejo, construido en la ladera de una colina, vive una numerosa comunidad de monjes y familias que construyen sus casas al amparo de los edificios principales.

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Zhongdian, ahora Shangri-la, está ubicado en una llanura a 3200 metros de altura, sin el cobijo de las montañas, la sensación de frío es intensa. La población de Zhongdian es tibetana, en esta zona se ven pocos rostros Han y las diferencias son aparentes, los tibetanos son más robutos, de piel más curtida y rasgos más marcados.

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El nuevo bautizo del pueblo supuso un gran aumento del número de visitantes y el desarrollo de infraestructuras turísticas, aunque más de la mitad de la región vive por debajo del umbral de la pobreza. Saliendo del centro el ambiente es rural y tranquilo, el visitante se verá inmerso en un laberinto de calles empedradas donde las mujeres transportan cargas en cestas de mimbre o los ancianos juegan cartas en las aceras, ajenos a la presencia extranjera.
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El budismo tibetano es rico en simbología y las banderas de oración, lanzando sus plegarias al viento, están omnipresentes en numerosas regiones, pasos de montaña, casas, estupas y monasterios. Cada color tiene su significado, el amarillo simboliza la tierra, el rojo el fuego, el blanco el aire y el viento, el azul el cielo y el verde el agua.

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Banderas de oración, en tibetano llamadas Lung-ta, "Caballos de viento"

Un animado viaje de seis horas en autobús separa Zhongdian de Deqin, la principal población junto a las montañas Meili. El viaje discurre entre valles suaves donde los caballos y los yaks pastan a sus anchas y se ven casas solitarias de estilo tibetano. Tras un paso de montaña a 4000 metros el paisaje cambia drásticamente, la carretera deja de estar asfaltada y el camino serpentea al borde acantilados y bajo montañas que no inspiran demasiada confianza.

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La ruta de dos horas andando hasta la base del glaciar comienza en la aldea de Mingyong. Es un camino de peregrinación, por lo que es posible encontrarse con intrepidas ancianas que ascienden con vigor hasta el pequeño Templo del Loto. En contraste, los chinos que pueden permitírselo realizarán el camino en caballos alquilados.

Hacia el oeste la carretera llegará al Tíbet tras 1900 kilómetros más de viaje en autobús, unos cuatro o cinco días de un trayecto largo y duro pero que se ve recompensado con creces.


"Quizá en el camino el viajero encontrará su propio Shangri-La"

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